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jueves, 29 de marzo de 2012

¿Sobre qué modelos sustentamos nuestras intervenciones los educadores y educadoras sociales? ¿Desde qué perspectiva consideramos a los destinatarios/as en general y especialmente a jóvenes y adolescentes a la hora de intervenir? ¿Jóvenes y adolescentes cómo recursos a desarrollar o cómo problemas a resolver?


Del Riesgo A La Resiliencia: Un Cambio De Enfoque

A lo largo del tiempo la recurrencia a definir negativamente a la adolescencia como periodo de conflictos y dificultades generalizadas ha propiciado el desarrollo e implementación de programas dirigidos a prevenir y reducir comportamientos de riesgo, preponderando un modelo de atención a la salud adolescente centrado en el déficit y en los factores de riesgo

Este modelo, focaliza el interés en identificar los problemas y desajustes del sujeto (patologías, síntomas), lo que contribuye a crear una sensación de desaliento respecto de los jóvenes. Incluso se ha llegado a pensar que los riesgos generalizados en sus vidas, son causa determinante y suficiente para  sufrir consecuencias negativas e irreversibles a nivel psicológico y comportamental.
  
Tras estas valoraciones, este enfoque lleva a  considerar como saludables a aquellos menores que no presentan conductas negativas o problemáticas, es decir, que no  consumen drogas o alcohol, no son absentistas, no se implican en sexo sin protección ni en actividades criminales o antisociales.

Sin embargo, los expertos consideran que la ausencia de  factores de riesgo no garantiza la promoción de la competencia del sujeto, y que una adolescencia saludable y una adecuada transición a la adultez va más allá que la evitación de comportamientos violentos o inadecuados, pues  precisan de la adquisición de una serie de logros evolutivos por parte de las y los  jóvenes

Una nueva perspectiva basada en las fortalezas, centrada en la competencia y el desarrollo positivo acercan la posibilidad de intervenir, no sólo de cara a la prevención y reducción de conductas problemáticas, sino también para la promoción de conductas positivas.

Es preciso entender que este nuevo enfoque no se opone al modelo del déficit, sino que lo complementa y enriquece, evitando así una mirada sesgada. 

"Observar a los adolescentes a través de la lente del déficit obscurece el reconocimiento de sus capacidades y fortalezas". Bernard (1999)

La perspectiva centrada en las fortalezas ve al individuo como una persona que rebosa de potencial, más allá de sus antecedentes, historia personal, género o clase social, puesto que todo individuo tiene una capacidad para la resiliencia que debe ser reconocida(Bernard, 1991)

Según Rirkin y Hoopman (1991) La resiliencia puede definirse como la capacidad de recuperarse, sobreponerse y adaptarse con éxito frente a la adversidad, y de desarrollar competencia social, académica y vocacional pese a estar expuesto a un estrés grave o simplemente a las tensiones inherentes al mundo de hoy”.

La investigación sobre la resiliencia ofrece una perspectiva más esperanzadora y optimista  basada en pruebas científicas que demuestran que muchos, si no la mayoría, de quienes experimentan estrés, trauma y "riesgos" en su vida pueden sobreponerse a los mismos. Por ello, alienta a los educadores y educadoras a centrarse más en los puntos fuertes “en lo que va bien en la vida del sujeto” que en los déficits “lo que va mal”, es decir, invita a  analizar en busca de signos de resiliencia con la misma minuciosidad con que se procura detectar problemas y déficits.

 La perspectiva centrada en las fortalezas acepta y reconoce la resiliencia de las personas, sus capacidades para soportar condiciones de penuria extrema y para sobrevivir a problemas aparentemente insuperables” (Gray, 2000)

Fomentar la resiliencia es uno de los objetivos para el Desarrollo positivo  Adolescente porque conlleva la adquisición de habilidades, conductas y competencias necesarias para tener éxito en la vida social, académica y profesional  a través de  acciones que se encaminan a aumentar las fortalezas individuales (su sentido de identidad o su competencia social), de la familia (la comunicación y el apoyo parental) y de la comunidad (entorno escolar afectuoso y seguro).